Los más cercanos al punto del escape cayeron desplomados. Varias fuentes apuntan a que la fuga debió ser “muy grande”, ya que los fallecidos estaban esparcidos en la galería, un pasillo de unos 200 metros, con una anchura de cinco metros y cuatro de altura.
José Antonio Colinas, delegado sindical en Pozo de San Emilio, los vio salir. “Me llamaron por teléfono y me dijeron que había ocurrido un accidente un poco grave”. Llegó a la mina antes que las ambulancias. “Vi salir al primer compañero por su propio pie; el segundo iba en camilla pero consciente… pensé que no sería tan grave, pero los siguientes salieron todos muertos”.
Después de la tragedia, los compañeros corrieron a la entrada de la mina, situada a lo alto de una montaña. Los familiares, desgarrados, imploraban información sobre las víctimas. Los vecinos apoyaban a las víctimas de un territorio marcado por un oficio centenario y peligroso. Unos 200 lugareños lloraban la desgracia, un miedo con el que viven a diario. “Para ganarse el pan, se han dejado la vida”, se apenaba Miguel Ángel Iglesias, un minero jubilado de ese yacimiento, propiedad de Hullera Vasco-Leonesa. Madres, mujeres, hermanos, hijos, muchos de ellos pequeños se fundían en abrazos y los llantos se sucedían entre los familiares, vecinos y compañeros.
No hay comentarios:
Publicar un comentario